CERECEDA
Serafín, como buen hijo de Cereceda, puso " alma, corazón y vida " en su pueblo.
Le gustaba pasar los veranos en el pueblo, trabajó en los huertos de sus padres, " mi huerto favorito era el de la Puente San Martín ", y se interesó por la vida y actividades del pueblo.
Cuando tuvo que " enterrar " la Asociación sufrió mucho, y, cuando veía el deterioro de la iglesia, del retablo y de la imagen de la Virgen, " siento que el pueblo se muere ", me decía.
Durante ventiséis veranos trajo niñas y niños al pueblo, como si fuera un campamente, y los atendió en su casa. Era una obra de Mensajeros de la Paz del Padre Angel.
Algunos de esos niños y niñas vuelven hoy al pueblo y recuerdan con cariño y con ilusión los días felices que pasaron en Cereceda. Mi amigo Alberto se ha comprado una casa y es uno más de Cereceda.
En los últimos años de su vida " luchó " por la restauración del Retablo de la iglesia, pero la economía no le permitió verlo restaurado en vida.
Cada verano acudían a él los vecinos para que celebrara misas por los familiares fallecidos, y , " yo las digo muy gustoso pues he conocido a la mayoría de esas personas ".
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