martes, 10 de noviembre de 2015

SEÑOR, MI SEMENTERA





Nací para sembrar toda mi vida.
Me diste como herencia tierra llana
y abrí los surcos de ilusión temprana,
pidiendo para ellos tu venida.

Poco a poco mi mano estremecida
fué sembrando de trigo la besana,
y mis ojos miraban la mañana
soñando la cosecha prometida.

Son cincuenta cosechas en tu era,
espigas de ilusiones tempraneras,
segadas con la hoz de mi cuidado.

Si alguna no granó, lo he olvidado.
Son, Señor, mis cincuenta sementeras,
mi mano de tu arado en la mancera.


Este poema lo escribí al conocer la muerte de mi amigo y lo edité en el recordatorio de Serafín.
Esta es la ofrenda que Serafín colocó en la patena en su última Eucaristía.



Foto  blog PATALOSO



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