sábado, 4 de enero de 2020
LAS CASAS DE MIS ABUELOS ( continuación )
En la cocina estaba el basar, una especie de estantería, la tinaja de barro donde se almacenaba el agua, que se traía de la fuente en cántaras de barro, la mesa para la comida, un escaño arrimado a la pared para sentarse y algunas sillas " bajitas " en las que sentarse a la lumbre.
Muy cerca de la cocina se encontraba la despensa. La despensa era un lugar oscuro para mantener la temperatura uniforme durante todo el año, en el que se guardaba la matanza. Una matanza hecha con todas las partes del cerdo, realizada al iniciarse los fríos invernales, protegida de moscas y ratones, y a la que cada día se acercaban las abuelas para preparar, el almuerzo, la comida y la cena.
En la sala se encontraban las camas y los arcones.
Los arcones de madera eran los armarios de aquella época en los que se guardaba la ropa personal y la ropa de las camas. Mis abuelas decían que en el arcón tenían el " ajuar ".
Las camas tenían mullidos colchones de lanas de ovejas churras que todos los años se deshacían para lavar la lana, secarla al sol, apalearla con unas varas largas para que se engancharan las llamadas " gadejas " y así deshacer los pelotones de la lana.
Quiero añadir que la mayor felicidad de los nietos de ayer era que los abuelos nos " subieran " en el carro o nos llevaran con ellos en el burro a los huertos,, a las tierras, a las eras, o nos permitieran acompañarlos a llevar las vacas o las ovejas a los " praos ", o " molestar en las matanzas ", un día sin escuela, o aquellas perras " chicas " que nos daban para gastar en el comercio.
Los abuelos de ayer querían tanto a sus nietos como los abuelos de hoy aunque no los llevaban en sus coches de excursión.
Fotos Revista PATALOSO.
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