sábado, 11 de octubre de 2025

 EL CHICORZO DE LA BURRA

 


Era un " lujo " que algunas burras tuvieran su propio chicorzo.

La mayoría tenían que conformarse con un " apartado " en el corral de las vacas.

Esta " conformidad " tenía su recompensa:

Cuando las vacas abandonaban el corral para ir a la boyá o para acudir al trabajo con el carro o con el arado, la burra se convertía en la dueña y señora del corral.

Su primera satisfacción era acudir a las pesebreras donde habían comido las vacas y " saborear " con placer los restos dejados por el ganado vacuno: paja y " garrobas " molidas.

Igualmente sentían satisfacción al ver que cabras y ovejas se habían marchado con el cabrero o con el pastor. 

Los " tronchos " de las berzas o los restos de las remolachas eran un manjar exquisito para la burra. 

Junto a la madre, casi pegado a ella, se desenvolvía el buche, la cría de la burra.

La burra se pasaba el día completo en el corral si su dueña podía prescindir de sus servicios.

Entonces la burra era la " dueña y señora " del corral, pues la perra era amiga suya y las gallinas la temían.

Si la burra tenía su propio corral, todas esas prebendas enumeradas eran eliminadas por los dueños, a veces, con gran disgusto de la dueña,

La burra era " más " de la mujer que del marido.

La dueña de la burra era la señora " gata ". 

 

Foto  pinterest.es 

 

 

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