ME HE PARAO A COMER UN CACHO
La foto que me ha remitido una " gata " es un reflejo del Cereceda de hace 70 años. Aunque los olivos ni los ha habido ni los hay ni los habrá en el término municipal.
Cuando íbamos al trabajo en los huertos se acostumbraba llevar " algo " en la cesta, Una cesta de mimbre que alguien de la familia, " con mu buenas manos pa la mimbre " se encargaba de hacer, Y si no, siempre quedaba la solución de comprársela a algún gitano.
Ya he contado que mi padre nunca " tuvo manos pa hacer cestos " pero tenía muchos amigos gitanos, que en el viaje de Béjar a Ciudad Rodrigo, o al retorno, se paraban en el huerto de la taberna, y se atrevían a hacer tratos : " Señor Cándido, le corto los mimbreros del prao y le regalo unos cestos." Porque el gitano se hacía el dueño de los mimbreros y mi padre le pedía tres cestos pa las patatas a cambio de todas las mimbres.
El mimbrero era masculino pero las ramas del árbol - las mimbres - siempre fueron femeninas.
En la cesta, envuelta en una servilleta de tela, se llevaba un " cacho ".
El " cacho " era un trozo de tocino frito, de adobao cocido o de chorizo crudo. A mí me gustaba el tocino frito y frío. A otros " gatos " y " gatas " les gustaba más el adobao crudo o cocido del día antes.
El suelo era una buena silla para comer el " cacho " y descansar un " ratín " porque el trabajo del huerto " desrriñona " a cualquiera, se decía en el pueblo.
Foto pinterest.es
El negro " de luto " lo llevará la tía Micaela durante toda su vida. " Lo lleva desde que murió el su marido, el tío Nicomedes, un hombre mu trabajador, que llegó al pueblo sin un duro y a base de azadón y espigocha, hoy tiene unos buenos huertos en las orillas del río Cerezo.
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