TRES SEMANAS, tres meses y tres días, la marrana paría.
Esto me lo enseñó el capador de Tamames. Era la persona que acudía a Cereceda a " capar los marranos y a capar las marranas."
El alguacil echaba un bando por las calles anunciando la llegada del capador a la mañana siguiente:
" Se hace saber que mañana acudirá al pueblo el capador. Quienes precisen de sus servicios no deben echar de comer a los marranos y a las marranas por la mañana. "
Recuerdo el bando pero no recuerdo las palabras exactas. Mi padre separaba los marranos de las marranas en otro chicorzo por la noche y esperaba la llegada del señor Ernesto, que era el nombre del capador de Tamames, que acudía a almorzar a la taberna.
El pueblo se llenaba de gruñidos de garrapos y garrapas, porque todavía no tenían la categoría de cebones, y al ir a la escuela todos comentábamos la llegada del capador.
El Sr. Ernesto me enseñó que las garrapas necesitaban 3 meses, tres semanas y tres días de gestación antes de parir unos cuantos garrapines. Un año a mi abuela Fausta una garrapa le parió once.
La garrapa se tumbaba en el suelo para que las crías se agarrasen a sus tetas y todos mamaran. Luego mi abuela les daba leche con un biberón porque " la marrana no tiene leche para tantos."
La llegada del capador era uno más de los muchos acontecimientos extraordinarios que, a lo largo del año, se producían en el Cereceda de mi niñez.
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