martes, 15 de octubre de 2019
EL CHICHÓN EN LA FRENTE
En mis años escolares en la Escuela Unitaria de Niños de Cereceda pude presumir en varias ocasiones de chichones en la frente.
El campo escolar estaba separado de la carretera - calle del pueblo - por una pared de piedra con una altura de menos de un metro. No había sobre ella ninguna valla de madera o de hierro. Al otro lado de la pared estaba la regadera del agua de regar los huertos que llegaba desde Fuente Grande a la poza.
Uno de mis juegos favoritos era la angorra.
La angorra consistía en colocarse tres niños como " burros " y saltar sobre ellos otros tres. A veces el juego de dos " burros " y tres saltadores.
Siempre se procuraba que el primero en saltar lo " hiciera lo más alante posible " para dejar sitio a los otros dos.
Yo era buen saltador pues pesaba poco. Más de una vez - y más de cinco - salté tanto que aparecí en la regadera.
El chichón estaba asegurado porque el golpe en la cabeza lo recibí al caer sobra las piedras de la carretera. Una carretera " hecha con piedras machacadas " pues el asfalto llegó muchos años después.
La señora Esperanza - la madre de Pedrín - era nuestra enfermera. Otras veces era la señora Sabel - la mujer del tío Chan el zapatero. Otras la señora Gabina - la madre de Hilario.
El remedio : " una perra gorda de cobre, que debíamos apretar con el dedo, o con un pañuelo."
A ese remedio se unían una oración que esas " buenas mujeres " rezaban, un castigo de D. Lamberto que duraba tantos días sin recreo como el chichón, la risa de algunas niñas, y el sermón de mi padre : " algún día os vais a romper la cabeza. "
Foto mistrucosparajugar.com
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