LA INFANCIA ES UN PRIVILEGIO DE LA VEJEZ
Los " viejos " gatos a los que yo preguntaba cosas sobre Cereceda, tenían la " sabia " costumbre de saltarse una parte de su vida sin querer darme referencias sobre ella.
Recuerdo mi tía Luisa contándome cosas de cuando acudía a la escuela - que estaba en la Plaza - cogida de una mano por su hermana Constantina - mi madre - y de la otra mano por Cecilia - que era de la edad de mi madre y su " mejor " amiga.
Me contaba detalles de la maestra, de cómo corría por entre los bancos de la escuela y cómo la trataba la maestra.
Ella tenía cuatro años y no estaba matriculada, pero, " como era tu madre quien me tenía que cuidar, me llevaba a la escuela para poder acudir ella, porque si no ella se tenía que quedar en casa cuidándome ".
El año 1925 se fueron a la escuela nueva de niñas - donde sigue hoy el edificio - y recordaba los nombres de todas sus compañeras de banco y hasta los nombres de las parejas - un niño y una niña - que cuidaban cada uno de los pinos que plantaron en el campo escolar.
Pero - ¡ oh milagro ! - se le habían olvidado los detalles de su juventud, " de cuando era moza ".
La señora Encarna se " saltaba " de una casa llena de niños y niñas, como era la de sus padres, al primer año de casada con su marido.
Mi abuelo Matías recordaba cosas de su niñez, pero " no recuerdo de los años que fuí novio de la abuela Águeda y subía a La Bastida ".
" No sé el porqué los años de niñez los recuerdo ahora con más claridad que nunca ", me decían " gatos " y " gatas " que habían traspasado la sesentena y la setentena.
Foto pinterest.es
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