sábado, 28 de marzo de 2020


JUGÁBAMOS EN LA CALLE  ( años 60 y 70 )

Este artículo fué publicado en la Revista PATALOSO . Agosto 2.019

Su autora es María Águeda Marcos Hernández. " gata," hija de " gatos," nieta de " gatos " y casada con un " gato "
Directora de Colegio Público.

En la época de los sesenta y setenta  la calle era el lugar de encuentro donde pasábamos los mejores momentos para jugar.
Los juegos tradicionales de aquel entonces transcurrían siempre fuera de casa.
Aunque había juego de mesa, la imaginación y los pocos recursos con los que generalmente se contaba, eran de lo más peculiares.
Según la historia de España, muchos de ellos se conocieron gracias al Camino de Santiago. De orígenes lejanos y transmitidos de generación en generación, muchos de ellos hoy día están olvidados.
En aquellos tiempos la situación económica no era suficiente para comprar juguetes para niños y niñas con los que jugar en casa.
Los niños y niñas hacíamos grupos fuera de la escuela para divertirnos o entretenernos con juegos que, con imaginación y habilidad, requerían cosas simples.
No necesitábamos dinero pero nos proporcionaban emoción, sociabilidad, ejercicios físicos y mentales, bien de forma individual o en grupo.
Hoy todo son juegos de móviles, llegados con el progreso.
Padres, profesores y administración deben retornar  a los juegos de ayer, de antier o de transantier.
De mis recuerdos van brotando juegos de niños y de niñas, con los que nos divertíamos en los años 60 y 70, en la plaza, en las calles o en el campo escolar.
He tenido que realizar una selección de los juegos que se practicaban en Cereceda pues la lista es " interminable."

LA ANGORRA


Los chicos del pueblo decían la ENGORRA o jugar al burro.
Era un juego de chicos en el recreo durante el buen tiempo.
Se hacían dos grupos de jugadores con 3, 4, 5 cada grupo. Era un juego de los mayores.
Se sorteaba para saber quiénes hacían de burro.El sorteo se hacía echando a pies : los dos capitanes frente a frente, comenzaban a avanzar poniendo un pie delante del otro. El que no podía meter su abarca en el hueco que quedaba, perdía y su grupo pasaba a ser  el primer burro.
Un jugador apoyaba la espalda en la pared y sostenía a sus compañeros que, con la cabeza entre las piernas del anterior hacían la fila en forma de burro.
Luego venía el salto de los componentes del otro grupo hasta llenar las " sillas " del burro.
Si todos saltaban y el burro no se " arruinaba ", se decían las palabras mágicas " churro, mango, mediomango, mangotero, que eran señales hechas con los dedos de la mano.
Si el burro adivinaba tu señal, perdían los de arriba y pasaban a ocupar los puestos del burro.





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