miércoles, 11 de marzo de 2020


LA BÚSQUEDA DEL TESORO  ( continuación )

Para una niña como Irene ir a Misa era lo más normal del mundo, aunque a veces se aburría, porque las oraciones eran largas y los cantos, en muchas ocasiones,  eran lentos. Sin embargo, aquel día estaba ilusionada. La Misa iba a ser, para ella,  el lugar en el que encontraría ese Tesoro del que le había hablado su madre. Iba a conocer a una Señora muy especial. Ya en casa su madre le había dicho algo.
Por eso mismo le había hecho una preciosa y larga trenza, adornada con un lazo rojo,  y le había puesto su mejor vestido y sus mejores zapatos.
También llevaba un pequeño puchero de barro que había elaborado la tarde anterior en su casa, para regalárselo a aquella Señora.
¡ Muy importante tenía que ser para que Irene se hubiera  "· remudao " con la ropa de los domingos y se hubiera esmerado en hacer aquel  preciado regalo !.






Al fin llegó el momento. Irene agarrada y acompañada siempre de su madre, cruzó el umbral de la puerta del Santuario. Dentro estaba oscuro, pues la luz del sol cegaba, y los fieles que allí entraban debían dejar que sus ojos, poco a poco,  se asimilaran a la penumbra. Y, sin embargo, a pesar de la  oscuridad, había un punto de luz que parecía mágico, envolvente, y que inmediatamente atrajo la atención de la pequeña. ¡ Y de repente la vio !. Allí estaba el Tesoro, aquella Señora tan importante a la que había ido a conocer.
" Ésa, Irene," dijo Serafina, " es tu Tesoro. Es la mamá de Jesús, la Virgen de la Peña de Francia. Lo lleva en brazos porque lo quiere mucho. E igual que quiere a Jesús te quiere también a ti. ¡ Por eso, Irene, debes quererla mucho !. ¡ Tanto como me quieres a mí !. ¿ Me lo prometes ?."
La niña pensó un instante y en su corazón empezó a surgir algo que le hace sentir bien, muy bien : el Amor de una madre y  la alegría de haber encontrado un verdadero Tesoro.
E inmediatamente dijo : " Sí, mamá. ¡ La querré a ella como te quiero a ti, un montón !."
Entonces un fraile, ya anciano entonó el canto y comenzó la Misa que,  tal vez por la emoción, a Irene se le hizo más corta que de costumbre.

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