sábado, 3 de octubre de 2020

EL VENDEDOR DE ESTAMPAS 

El año 1.962, una vez terminados los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Salamanca, y con el Título bajo el brazo, me subí en el tren camino de Vizcaya.





Con anterioridad yo había subido al tren en Salamanca pero para hacer el viaje en dirección contraria pues me dirigía hacia Extremadura. En ese viaje en tren me llamó la atención un personaje hoy desaparecido : el vendedor de estampas.

Ese tren paraba en todas las estaciones habidas en la ruta. Era un tren nocturno porque su llegada a Bilbao era hacia las nueve de la mañana. Un tren de carbonilla, humo en abundancia, repleto de personas en busca de fortuna en el Norte de España, maletas en los pasillos y un troqueteo que impedía dormir y  casi hablar con el vecino de enfrente, si no era " a gritos."

Desconozco en qué estación subió al tren el personaje de este artículo.






Era un hombre de unos cuarenta años, con gorra, una camisa a cuadros y una chaqueta con pinta de ser de " hacía años ", y que llevaba en la mano un taco de estampas.

El vendedor entregaba una estampa a cada viajero a lo largo del vagón en el que yo viajaba, y supongo que realizaba la misma acción en los otros vagones.

Al " rato " el vendedor regresó a mi lado solicitándome un dinero - quizás una peseta - por la estampa. Yo le dije que no tenía dinero y no quería comprarla , que eso era lo que había visto y escuchado a la mayoría de los viajeros.

El hombre recogió la estampa que yo le devolví, la unió al taco que tenía en su mano izquierda, y prosiguió su camino.

 Mi vecina de asiento, mujer joven con un niño medio dormido en brazos. dijo : " Lo que hace la gente para comer y no trabajar."

Durante algunos años me encontré en ese viaje desde la estación de Salamanca hasta el Norte de España, algunos vendedores de estampas, a los que más tarde se añadieron vendedores de mecheros, de bolígrafos y de llaveros.

Foto  google.com

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