EL CASTELLANO FINO, AL PAN, PAN Y AL VINO, VINO.
Eso era lo que decía mi padre cuando alguien, en la taberna, trataba de liar con palabrería a algún " gato " joven, porque los gatos " viejos " sabían más que el diablo.
Cuando algún gitano de los que recorrían la ruta Béjar - Ciudad Rodrigo o al revés Ciudad Rodrigo - Béjar con una recua de burros y los dejaban en el huerto junto a la taberna, entraban siempre a saludar al señor Cándido se mostraban muy " respetuosos " con mi padre.
Hablaban muy elegantemente y eran capaces de " venderle un burro cojo y viejo al más pintao ".
Mi padre les cortaba la perorata con estas palabras " señor Manuel, al pan, pan y al vino, vino ", que significaban que lo único de lo que había que hablar en el " trato " era del precio de la burra ", pues, aunque traían también una recua de caballos y mulos y yeguas, en Cereceda solamente se usaban burros para los trabajos del campo.
- A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Si la burra es vieja, hay que venderla como vieja y pensar que servirá pa la trilla y, cuando usted vuelva a pasar en setiembre se la lleva. Aunque sea por veinte duros se la compra a quien se la ha vendío. Hay que hacer ahora los dos tratos, la compra y la venta pa que luego no haya discusiones.
- Me parec bien lo que usted dice, señor Cándido, replicaba el gitano.
- Yo estaré presente cuando haga el trato, y, si hace falta, yo pago el alboroque, sentenciaba mi padre.
Así hablaban los " gatos " viejos que llamaban al pan, pan y al vino, vino.
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