LA BICI DE RUPERTO
Ruperto - a quien todos en el pueblo llamaban Ruper - nació con la ilusión de tener una bici.
Pero tuvo que esperar hasta hacerse mozo para tenerla.
Se la compró " de tercera mano " al montero forestal, cuando a éste le regaló el Ministerio de Montes una motocicleta porque en el término municipal de los pueblos de su demarcación, había montañas suficientes para entrenarse diez equipos de ciclistas antes de ir a la Vuelta a Francia.
Ruper presumía de bici por su pueblo.
Si tenía que ir a llevar las vacas al cercao del Valle Trigal, se subía en su bici y, ¡hala !, tras las vacas en bicicleta.
El párroco del pueblo, que era " viejo y gordo ", le pidió a Ruper que dejara la bicicleta en el portalito de la iglesia cuando acudía a misa los domingos.
Ruper quería dejarla junto a la pila del agua bendita " por miedo a que me la roben, que en este pueblo hay mucha envidia ", le explicó a Don Román, el párroco.
Y Don Román, " un cura muy comprensivo ", bendijo la bici de Ruperto y le permitió " meterla en la iglesia durante la misa ".
La bici no entraba al rosario porque Ruper, a la hora del rosario, se paseaba con su bici Chapatal arriba y Chapatal abajo, a la espera de que llegara la muchachada.
La bici de Ruper era de todos los muchachos del pueblo.
Bueno, fué de todos los muchachos del pueblo, hasta el día que se la dejó a Quico el Pelambrero y éste se cayó del puente de la Pedragosa y la bici llegó hasta los Pontones y se quedó, parada y con el manillar roto, en mitad del río Yeltes.
Ésta es la historia de la bici de Ruper, que antes fué la bici de Tomás, el montero forestal, y antes la había tenido Nicanor, el cartero de Cilleros para bajar, todos los días, hasta el Ventorro a recoger la valija del correo.
Foto pinterest.es
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