EL FUERTE ROBLE DE HOY es sólo la pequeña bellota de ayer que se mantuvo firme.
Siempre me ha maravillado encontrar un roble solo en el campo abierto.
Yo tenía la idea de que los robles crecen como en la dehesa boyal de Cereceda : los unos casi pegados a los otros protegiéndose del viento.
Y me preguntaba ¿ qué había sido de sus compañeros ?.
Seguramente se necesitaron tablas para hacer la caja de los carros y para hacer los radios de las ruedas y para las pértigas y para los " mozos " delantero y trasero. Se necesitaron palos largos y torcidos para hacer los cambizos del trillo, pero también se necesitaron palos rectos para los clavijales de los arados.
Habían sido los labradores quienes habían dejado el árbol solitario en mitad del campo.
Él no se asustó y aguantó fríos y nevadas, calores y sequías, y tormentas de granizo y relámpagos de todos los lados.
Y aguantó las ventoleras y hasta las " brujas " o remolinos del otoño.
Aquella pequeña bellota que un día algún pájaro dejó caer desde lo alto del cielo, poco a poco, año a año, durante Dios sabe cuántos, se transformó en el roble que a mí siempre me llamó la atención en medio de las tierras de trigo, camino de Zarzoso adelante.
Foto Google.com
Este artículo corresponde al martes, día 27 de setiembre.
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