ESTÁ LA BURRA A LA PUERTA
Cuando teníamos que ir a algún linar o a alguna tierra que estaba un poco lejos - las Canalejas o las Dos Cerrás o la Fuente Castaño estaban lejos del pueblo - era necesaria la presencia de la burra a la puerta.
La burra se quedaba atada a una argolla metida en la pared desde no sé cuándo, desde antaño.
Yo siempre vi la argolla empotrada entre dos piedras y la única utilidad reconocida para ese hierro era la de atar la burra, cargada o sin carga, con albarda o sin ella, con las cabezás o con una soga al cuello.
Si mi padre decía desde la puerta del corral : " ¡ Ya está la burra a la puerta ! " yo me preparaba para mi viaje matutino o vespertino a San Martín o a Las Casas o a Villanueva a buscar dos pellejos de vino para la taberna o a Tamames a buscar tres cajas de gaseosas.
Antes debía completar el aparejo, si no estaba colocado a lomos de la burra, o los pellejos o las cajas de botellas vacías.
Si la burra estaba preparada para mi madre, entonces yo debía desatarla de la argolla y arrimarla al machadero para que mi madre se subiera en la burra y emprendiera la ruta a algún linar o a alguna tierra, o a la dehesa o a cualquier zona de las " suertes comunales " en Valcabrero o las Lagunejas o Valdejardas.
La burra atada a la argolla significaba un viaje, a veces afortunado, y otras muchas, una caminata de diez o doce o quince kilómetros tras " la mi amiga la burra que sabía latín " en mis años infantiles - menos de once años - en Cereceda.
Foto pinterest.es La burra atada a la argolla. Sin cabezás y sin albarda o aparejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario