martes, 10 de septiembre de 2024

 SABER ESCUCHAR





Siempre entendí que las mesas de los bares son un buen lugar para escuchar.

Como yo me crié en una taberna de pueblo, desde niño me acostumbré a las conversaciones en voz baja entre los clientes de la taberna.

Además de hablar bajo, hay que poner una mano en el lateral de la cara para que quienes están sentados en la mesa de al lado no puedan oír tus palabras ni adivinar, siquiera, el tema del que estás hablando.

Yo me divertía cuando algunos " gatos " se querían contar secretos y los años les habían robado el " oído " que tenían cuando eran jóvenes, y necesitaban hablar fuerte entre ellos con la consiguiente " risoria " de los otros clientes de la taberna.

Solamente los corros de la brisca se entendían entre los jugadores por señas y el silencio era " total " en la sala.

En cambio los jugadores del tute, " metían tal jaleo que se les oía desde la carretera del Chapatal ".

Estaban callados mientras echaban las cartas sobre la mesa - aunque algunos las tiraban en lugar de echarlas - pero al final de cada juego, una pareja reía y la otra " lloraba " en idioma " gatuno ".

En mis últimos veranos en Cereceda podía adivinar quiénes ganaban y quiénes perdían por las voces que escuchaba desde la puerta de mi casa en la plaza y que salían por el ventanal del bar de la señora Flores.

- Vámonos a la calle, le dije en alguna ocasión a las personas con quienes estaba pasando un rato en el bar, porque aquí no podemos escuchar lo que decimos.

Para tener una conversación hay que poder escuchar.


Foto  pinterest.es

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