EL REGRESO DE LOS PRAOS
Algunos intentarán identificar el camino y las vacas.
Es un paisaje parecido al de Cereceda a la llegada del otoño. El mismo color de la hierba del suelo, de las hojas de los árboles y de las cercas de los praos.
También es igual el caminar " cansino " del ganado. En esta época del año los praos tenían buena yerba, si el final del verano había traído lluvias, y las vacas regresaban al corral para resguardarse del frescor de la noche y del rocío matutino, pero caminaban con la " panza " llena de yerba. Quizás era yerba de poco alimento, pero el rumiar de la noche - en otoño las noches en Cereceda son largas - la transformaría en buen sustento.
Y hasta que empezara la sementera las vacas tenían poco trabajo. Algún enganche al carro parta ir a sacar patatas, algún carro de estiércol desde el muradal hasta alguna tierra de la Hoja que tocara sembrar ese año, o algún carro de leña para el invierno.
Los churros todavía retozaban en los praos junto a sus madres y, a la vuelta al corral, les esperaba una lata de trigo o de pienso porque pronto llegaría la Feria de San Andrés, ocasión propicia para sacar unos reales con los que pagar las deudas de la cosecha de trigo. El abono que les habían suministrado desde Tamames o desde Fuentes de San Esteban.
Esta tarde la portera está cerrada y los palos que formaban la cerca del prao alargaban su sombra hasta el otro lado del camino.
La llegada del ganado - cabras y ovejas también volverían a casa -, el toque de la campana llamando al rezo del rosario, la luz mortecina de las bombillas de algunas esquinas y el " sueño amoroso de los mozos y las mozas enamorados ", anunciaban la llegada de la noche.
Así era " el caer de la tarde " en Cereceda cualquier día de comienzos del otoño.
Foto pinterest.es
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