JIJAS
. Brío, valor, audacia.
En Cerecedea se hablaba de las jijas como se hablaba de las pesetas. Un hombre era rico si tenía muchas pesetas aunque las compras y las ventas en mi niñez se hacían en reales y en duros.
Veinte duros era una cantidad casi inimaginable y recuerdo que una noche mi padre tuvo que " meterse al medio " en una apuesta de dos personas que durmieron en la posada porque el vino de la cena y el aguardiente en el café junto al calor de la lumbre habían exaltado el valor de sus carretas y la mercancía que en ellas almacenaban, para atreverse a un desafío por veinte duros.
En cambio los reales, que aparentaban números muy altos, eran considerados poco atrevidos.
- Por veinte mil reales te vendo toda mi herencia, escuché una noche en boca de un " gato " que se marchaba a buscar fortuna en las costas de Asturias.
El futuro comprador le ofreció dieciocho mil reales y mi padre, siempre dispuesto a hacer " tratos ", porque cada trato suponía una invitación a todos los clientes de la taberna, lo " echó al medio ". Y fueron diecinueve mil reales los que convirtieron a un " gato " en rico y a otro " gato " en dueño de una casa vieja y un corral en el que vivían unas cabras con sus crías, unas ovejas con las suyas y un " puñao " de gallinas.
Al día siguiente todas las " gatas " hablaban de aquella venta.
Yo le dije a mi padre que diecinueve mil reales eran menos de cinco mil pesetas y que aquella herencia ni siquiera valía mil duros.
Mi padre me dió una lección de economía : " las cosas valen lo que alguien quiere pagar por ellas ". A Nicomedes le hacía falta el dinero para irse a Asturias y esos diecinueve mil reales le " dan " para el viaje, buscar una casa y empezar a ganar dinero allí.
Yo lo miré y vi que mi padre estaba contento con haber intervenido en el trato.
- Además, ¿ pa qué quería Nico todos los cacharros de la casa y las cabras y las ovejas y las gallinas si se iban toda la familia ?, añadió mi madre.
- Cuando uno emigra tiene que tener jijas pa vender lo poco que tiene y no volver más por el pueblo hasta que vuelva rico, sentenció mi padre.
Foto google.com Cabras y ovejas a la puerta del corral.
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