domingo, 5 de junio de 2022

 EL HAMBRE PASÓ POR LA PUERTA DEL PASTOR PERO NUNCA ENTRÓ





 


Este refrán se lo oí muchas veces a los pastores de las dehesas del Campo Charro en la provincia de Salamanca.

Hasta sus casas, sin luz y sin agua, construídas al abrigo de alguna " mata de encinas ", me acerqué muchos domingos por la mañana acompañando a mi tío Horacio y a " la burra que sabía latín ", para vender alubias, blancas o pintas.

Las mujeres salían a la puerta, casi siempre rodeadas de una prole abundante, para decir a mi tío los kilos que querían, y mi tío se los pesaba en la romana chica que llevábamos en la burra, mientras yo anotaba en un cuaderno con un lápiz las pesetas o los reales que valían. 

Ese dinero solían pagarlo cuando su marido cobraba o cuando ellas vendían huevos o algún pollo o algún conejo de los que criaban en las proximidades de la casa.

Alguna vez, que ya eran las menos, todavía vivían en chozos. Eran dos chozos : uno con la lumbre en el centro para hacer la vida diaria y los trabajos derivados del ordeño de las ovejas, y otro para dormir.

Yo lo miraba todo con ojos de " niño de pueblo " porque en Cereceda todas las familias vivían en una casa, casi todas con entrada por el corral, y en ella estaban la cocina y la sala con alcobas para dormir.

Recuerdo el refrán que un día un pastor, ya anciano, sentado en un tronco de encina a la puerta de la casa le dijo a mi tío : " El hambre pasó por la puerta del pastor pero no entró " porque ellos tenían huevos, conejos, gallinas, leche y queso.

Solamente les faltaba el pan, pero el pan tampoco " sobraba " en Cereceda.


Foto  google.com


NOTA . - La publicación de las referencias del libro " Elogio de Salamanca " continuarán, Dios mediante, al inicio del próximo curso.

Muchas gracias.


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