QUÉ DESCONSUELO : la boca abierta y el bocado en el suelo.
Aquella mañana hacía mucho frío y había una lumbrará en la cocina.
Yo había terminado de desayunar cuando se presentó el tío Roque de La Alberca, que venía a comprar cebones con una caballería.
Mi padre me dijo que lo acompañara a casa del tío Ruperto.
El tío Ruperto era amigo de mi padre y vivía en La Esquina.
Todos los años mi padre se encargaba de venderle los cebones sobrantes - criaba cinco y solamente hacía su matanza con dos - a algún matancero de Guijuelo o de Ciudad Rodrigo o de La Alberca.
El tío Roque había salido de su pueblo " a punto día " subido en el mulo viejo que heredó de su padre, junto con la chacinería.
Fuimos con mucho frío a casa del tío Ruperto y, tras las subidas de uno y las bajadas del otro, acordaron el precio del kilo de cebón en vivo.
Volvimos a la taberna porque era la hora de irme a la escuela y don Lamberto " no admitía razones, aunque fueran de mi padre " para mi llegada tarde.
Al entrar en la taberna nos encontramos al señor Joviano - un jamonero de Guijuelo, sentado a la lumbre.
El señor Joviano venía a comprar los cebones del tío Ruperto, como hacía muchos años.
Pero al llegar se encontró con el dicho popular : " la boca abierta y el bocado en el suelo ",
Mejor dicho : " la faltriquera con dinero y los cebones vendidos "..
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