CON LA SILLA AL SOL
Una gata me envía una foto " que me recuerda cuando mi abuelo cogía la silla y se salía a la calle a tomar el sol. Hoy mi abuelo llevaría un andador de los que tienen asiento para sentarse en cualquier sitio cuando se cansan de caminar. "
Luego aparecieron los machaderos de las puertas, unas veces con piedras de cantería y otras con paredes de ladrillos y baldosas de asiento. Hombres y mujeres cambiaban dos o tres veces al día de lugar de charla o de costura o de fumadero de tabaco de petaca, según buscaran sol o sombra y según la estación del año.
El corro de sillas al sol o a la sombra, se ha cambiado por el corro de andadores o de sillas eléctricas.
En mis últimos veranos en Cereceda me he encontrado algunos corros de hombres y mujeres sentados a la puerta de la casa en sillas blancas de plástico o en sillas plegables y hasta en tumbonas cual si estuvieran en la arena de las playas.
Recuerdo que a la puesta del sol, éramos los nietos o las nietas quienes recogíamos la silla y la trasladábamos a la cocina. Eran sillas bajas de anea, muchas veces con un cojín relleno de lana de las sus ovejas, encima del culo de la silla para que el abuelo tuviera " mollica " porque se pasaba unas cuantas horas sentado al sol " viendo pasar las horas y las gentes que van o que vienen de los linares, azada al hombro, o de juntar hoja o de sacar patatas."
Así pasaban las horas las personas mayores " rumiando en silencio sus recuerdos," decía mi amigo Serafín, el "gato " sacerdote.
Foto pinterest.es
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