DE CHARLA EN EL CORRAL
Poco a poco, o mucho a mucho, los corrales, que todas las casas de Cereceda tenían, se fueron convirtiendo en el " salón de la casa ".
Se quitaron los aperos, se acicalaron las paredes de piedras o se dejaron las piedras como ladrillos caravista, se compraron unas sillas de plástico - azules o blancas, según el gusto de la señora " gata " -, se barrieron bien las zonas en las que antes estuvieron vacas o cabras, y se transformaron en " el salón recibidor de la casa " durante los meses veraniegos.
Allí se estaba fresquito - si hacía falta se rociaba el suelo de barro con un poco de agua - y con una mesa vieja de cocina, era el lugar en el que se recibían las visitas.
Esas visitas solían ser " familias gatunas que un día emigraron y ahora venían a pasar una quincena de agosto en el pueblo ".
La señora " gata " las recibía con un plato perronillas y unas obleas para la " gente menuda " .
La " gata " llevaba su " uniforme negro porque siempre había alguna razón para llevarlo " mientras la visita, aunque tuviera razones para " ir de luto ", llevaba faldas o vestidos o pantalones claros y pañuelo blanco o de color en la cabeza.
Y allí, en el corral, se hacían los saludos y se " echaba una charla de recuerdos familiares o de años de dificultades con " masaduras " de pan candeal y visitas al río para lavar la ropa, cada lunes.
Se hablaba de " la tu abuela o de la tu madre o de Juana, la tu vecina que murió el año pasado ".
Era un lugar fresquito y acogedor, y " no había que enseñarle la casa porque " éstas que se fueron del pueblo, ya no se acuerdan de cómo vivían ellas antaño y ahora presumen de cómo viven hogaño en la capital ".
Foto pinterest.es
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