TENDREMOS QUE MARCHARNOS A CASA
- La noche se nos echa encima y hay niebla que llega del mar, tendremos que marcharnos a casa. ¿ Te parece bien ?. Ya ves que se han encendido las farolas de la calle. A lo mejor no es la hora de tu cena, pero para mí ya es tarde. Me gusta cenar temprano. Eso a ti te da igual, porque tú cenas con el reloj y, hasta que no lleguen las ocho, no empezarás a saltar y a golpear la puerta pidiendo tu cena.
- No me mires como si no nos conociéramos. Llevamos juntos por lo menos siete años. ¿ Lo recuerdas ?. Fué una tarde de mucho frío y de viento del norte cuando, al salir de la tienda del señor Nicolás, te encontré husmeando junto al viejo coche de la lechería. Tenías cara de tener hambre y frío y parecía que estabas buscando un hogar. Yo te pedí que te vinieras conmigo. Y te viniste.
- Cenamos un trozo pan y un cacho queso un poco duro, que no sé si era de vaca o de cabra o de oveja, pero que te gustó. Y aquella noche te quedaste a dormir en el portal de mi casa. ¿ Lo recuerdas ?. Mi casa es una casa bajita en la calle de Los Desamparados, cerca de la iglesia de la Virgen de los Desamparados, que por eso tiene ese nombre.
- Y estos siete años hemos vivido juntos. Hemos ido muchas tardes al parque y has aprendido a correr detrás de las palomas. Otras tardes nos acercamos hasta la orilla del río, un río un poco enfermo, que lleva poca agua en verano y un buen caudal en invierno. Y lo hemos cruzado por el Puente Viejo, un puente por el que caminamos tranquilos porque es estrecho y viejo y sin coches.
- ¡ Ale !. Levántate, que nos marchamos a casa !
Foto pinterest.es
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