TARTERA

Es una palabra que aprendí de mi abuela Fausta. Ella llegó a Cereceda procedente del Campo Charro, en el que se había criado, a temporadas, en casa de un tío cura.

- Ponle la tartera a la cántara, pa que no entren moscas, ni le caiga cal de la pared, me decía mi abuela. 

Ella tenía dos cántaras de barro en una cantarera de madera en el portal por el que se entraba a la cocina y a la sala desde el corral. En la casa de mi abuela solamente había una cocina, una despensa a la que se entraba desde la cocina y una sala grande. En la sala había una cama grande y dos alcobas, con una cama en cada una. En el corral de entrada a la casa estaba el leñero con raíces y bardas en las que dormían las gallinas y el lugar de la burra con un cesto medio roto como " comedero." Las gallinas tenían otro cesto viejo como " ponedero " o nidal, situado en el suelo y medio escondido entre las raíces.

Las mozas y las mujeres que iban " por agua a la Fuente Chica o a la Fuente Grande " procuraban llevar la tartera para que el agua no se vertiera cuando volvían a casa con la cántara en el cuadril porque las que iban a la Fuente Chica tenían una cuesta empinada para salir a la carretera desde la Fuente y las que iban a la Fuente Grande, cogieran la calle que cogieran o la calle Cilleros o la carretera, sabían que les esperaba la cuesta arriba.

Esas tarteras eran de " corcha "- así se decía en Cereceda - o de madera. Había que ser un " artista " para ajustar bien la tartera al bocil de la cántara porque si apretabas mucho se rajaba el barro de la boca.

Estas cántaras tienen poco cocido el barro, decían las " gatas " al pucherero de Tamames. Y el pucherero se reía, y pensaba lo cara que era la leña de encina con la que cocían pucheros, fuentes y cántaras.

Ahora hay algunas casas del pueblo que  tienen las cántaras de adorno en el portal o las han convertido en " estatuas " para adornar la entrada a huertos y chalets.

Los barriles siempre llevaban la tartera de mi abuela o el tapón de Cereceda, puesto.

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