domingo, 14 de marzo de 2021

LA RIQUEZA DE LA VIDA CURAL ES LA CERCANÍA CON LA GENTE

ALFREDO FERNÁNDEZ, Párroco de Cereceda expuso sus ideas sobre la vida cural en el año 2.017, cuando no era Párroco de Cereceda,  mediante una entrevista publicada en El Norte de Castilla.


«Dedico una parte grande del tiempo a escuchar», afirma este sacerdote que apuesta por la calidad por encima de la cantidad y por «ofrecer algo realmente auténtico»



MARÍA JESÚS GUTIÉRREZ

La Alberca

Domingo, 25 junio 2017, 13:29

Natural de Salamanca, aunque se siente serrano de adopción y nacido en 1974, el actual párroco de La Alberca y de siete municipios más, Alfredo Fernández Giménez, es sacerdote desde hace 12 años. Un tiempo que le ha servido para vivir su ministerio en la cercanía que le da el ejercerlo en pueblos pequeños, con poca población; y aunque es mucho el tiempo que ello le resta aún tiene tiempo todos los días para, de lunes a viernes y de 16:00 a 17:00 horas, explicar la fe de la Iglesia a través del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en Radio María, una iniciativa que comenzó en marzo de 2016.


–¿Cuál fue su primer destino cuando fue ordenado sacerdote?


–Me ordené en 2005 y empecé en seis pueblecitos de la Sierra de Béjar: Horcajo de Montemayor, donde vivía, Colmenar de Montemayor, Pinedas, Aldeacipreste, Valbuena y Valdehijaderos.


-¿Cuándo fue trasladado a la Sierra de Francia?


-En 2013. Como párroco va a hacer cuatro años pero vinculado a la Sierra de Francia mucho más, porque llevo ya casi 11 años en el instituto de La Alberca como profesor, casi toda mi vida de sacerdote. Llevaba una clase de religión desde que era seminarista y me ofrecieron dar clases. A mi siempre me ha gustado el ámbito de la enseñanza y las clases y lo vivo no como un profesor al uso sino como una tarea pastoral más y eso me posibilita tener un contacto directo con los chavales, con los jóvenes y me ha parecido siempre muy gratificante.


- Siendo profesor, entonces no tendrá el gran problema que tienen muchos curas a los que les es difícil llegar a la población joven.


- Doy clases a todos los alumnos de Secundaria, de primero a cuarto de la ESO, chicos de 12 a 16 años. Para mi no me resulta difícil, pero hay diferencia; a mi me resulta fácil llegar a los jóvenes desde el punto de vista más humano, más cercano. Yo me llevo muy bien con ellos, nos reímos, hacemos muchas cosas juntos... Pero a nivel religioso cuesta un poquito más, ese salto les cuesta bastante porque ya no viven en una sociedad religiosa propiamente, como mucho llevan -como en el caso de La Alberca- un cierto peso tradicional, de tradiciones religiosas, de fiestas que todavía valoran y cuidan; pero de ahí a tener una vivencia religiosa continua, sistematizada, pues celebrando la misa de los domingos, eso ya les cuesta mucho más.


- Al llegar a La Alberca le dieron siete poblaciones más, ¿cuáles son y cómo consigue llegar a todo?


- La Alberca, El Cabaco, Nava de Francia, Monforte de la Sierra, Madroñal, Herguijuela de la Sierra, Rebollosa y Sotoserrano. Y hago lo que puedo. Muchas veces hago un esfuerzo exagerado para sacar tiempo de donde no lo tienes, pero es cierto que tengo colaboradores: sistemáticamente un sacerdote me ayuda todos los fines de semana y hay una comunidad de Hijas de la Caridad, de religiosas, que hacen la celebración de la Palabra -no es eucaristía- cada fin de semana; porque desgraciadamente ya no podemos tener misa todos los domingos en todas las comunidades.


-El trabajo de un párroco no es sólo decir misa los domingos, sino que su trabajo va mucho más allá...


-Claro. Además de la eucaristía dominical está la diaria, todos los días celebro misa en alguno de los pueblos y el tiempo personal que dedico a la oración para poder organizarlo todo, catequesis de niños de jóvenes, visitas a las familias, a enfermos, preparar bodas...; sobre todo, estar muy cercano a la gente. Yo creo que la enorme riqueza de la vida de cura rural es la cercanía con la gente, el poder conocer cada casa, cada familia, llamar a cada uno por su nombre. Yo hago un esfuerzo por conocer a todos por su nombre y al final no es un esfuerzo, te va saliendo poco a poco. Y en mi caso, también, preparar clases, escuchar mucho a la gente; porque las personas cuando perciben cercanía se acercan también. En definitiva, desde primeras horas de la mañana hasta altas horas de la noche muchas veces te toca gente a la puerta de casa, te llaman por teléfono para comentarte, preguntarte sobre determinadas situaciones, para desahogarse simplemente, para pedirte consejo. Dedico una parte muy importante del tiempo a escuchar a la gente, a acompañar. Y luego hay una parte, que a mi personalmente me gusta poco pero que hay que hacer también, que es la cuestión de mantenimiento, de estar pendiente de edificios, de tejados para que no se te caigan, de obras, de arreglos...


-Su cercanía a la gente le ha llevado también a participar en todo tipo de actividades que se realizan en los pueblos, como puede ser su participación con un papel en ‘La Pasión’ que se representa el Jueves Santo en La Alberca o en una carrera solidaria.


- Yo creo que un sacerdote hoy en día tiene que caracterizarse por la cercanía a la gente y por participar de todas las actividades buenas que la gente hace, que son muchísimas, no hay que circunscribirse solamente al aspecto sacramental sino que, si se hace una carrera, por qué no participar, aunque quedes el último, o si se hace una representación igual.


-¿Cree que actualmente falta la fe y lo que se conserva quizás es una tradición?


-Sí, creo que la religiosidad muchas veces se ha quedado en tradición buena, bonita, que algunos mantienen con mucho cariño pero que falta una vivencia mucho más profunda. Yo creo que la fe al final es siempre un encuentro personal con Cristo. Mientras no se da ese encuentro, hay religiosidad, hay tradición popular, que hay que cuidar mucho y hay que valorar, pero la fe es algo más que eso y en cierta medida eso se ha perdido. Pero no se ha perdido esa sed que hay en el corazón de la gente, de encontrar respuestas, de encontrar sentido a la vida; quizás a veces nos ha podido, a mi también, a los sacerdotes incluso, la comodidad, el asentarnos en una especie de ritmo más o menos establecido y nos ha faltado ese encuentro cara a cara con el Señor y llevar a la gente a ese encuentro o facilitar que ese encuentro se pueda producir.


-Entonces, ¿cuál es el reto de la Iglesia?


-Lo primero, empezando con cosas externas, es tener las puertas abiertas, desde físicamente en las iglesias hasta en la disposición personal. Que cuando alguien viene, por sacramentos que quieren celebrar, que no encuentren un rostro severo sino una mirada abierta, una mirada de acogida a todos, estén en la situación que estén, que no se perciba juicio sino que se perciba apertura, cercanía, un rostro amable. Y justo después de eso hay que mostrar, con honestidad, lo que la Iglesia es, que la Iglesia no es sólo una ONG que trata de hacer cosas buenas en el mundo, sino que la Iglesia es el Cuerpo de Jesucristo que trata de traer y vivir el Evangelio en medio del mundo. Amabilidad y acogida pero al mismo tiempo también exigencia y altura de miras. A la gente hoy en día le molesta mucho, y a mi personalmente me molesta, perder el tiempo, que te entretengan sin ofrecerte algo que realmente merezca la pena. Y creo que a veces nos hemos dedicado a entretener un poco a la gente para que no se nos fuera, y tenemos que ofrecer algo verdaderamente auténtico, porque lo tenemos. En la Iglesia tenemos un tesoro pero o lo ofrecemos con todo lo que tiene de profundidad o sino al final estamos entreteniendo a la gente. En resumen, apertura y después autenticidad, mucha autenticidad.


-Qué ocurre cuando alguien, por ejemplo, se quiere casar por tradición, por entenderlo como un acto social pero no por fe ni por convencimiento, ¿usted les casa?


-Yo acojo a todos, hablo con ellos y les invito a que vivan con coherencia. Nunca les cierro las puertas pero les indico que esto puede ser o bien un trámite o una oportunidad para empezar a replantearse algunas cosas. Y me consta que en muchos casos ha dado frutos muy buenos. Por ejemplo, aquí celebramos las bodas en el contexto de una misa, pero si habitualmente no celebran la eucaristía no tiene sentido hacer boda con misa, se puede hacer la celebración de la Palabra, el rito del matrimonio pero sin eucaristía. Pero también les indico que no es obligatorio que haya misa, pero si hay misa no es obligatorio comulgar, pero si queréis comulgar sí es obligatorio que os confeséis. Y yo he vivido experiencias preciosas confesando a novios en la víspera de la boda, que hacía 20 años que no se confesaban.


-Hablando de confesiones, si alguien confiesa malos tratos, ¿usted puede actuar ante ese hecho de alguna manera?


-Yo no puedo delatarlo, porque me obliga el secreto de confesión, pero les digo que para que el arrepentimiento sea real debe hacer un cambio de conducta y pedir perdón no sólo al Señor, en la confesión, sino a la persona a la que ha hecho daño; y tienes que aceptar la ayuda de un especialista. Cuando se acerca a la confesión ya hay esperanza. Y en el caso de la persona que ha sufrido malos tratos puedo mostrar cercanía hacia ella sin desvelar nada, para que sepa que puede tener un hombro donde apoyarse. Y también lo que hago es rezar mucho para que se solucione esa situación, para que el Señor abra caminos y se resuelva.


-¿Hacia donde camina la Iglesia?


-Quiero creer que hacia Cristo, que es su horizonte. Estoy esperanzado en ese punto porque estoy convencido que la crisis, aunque sólo sea numérica (somos muchos menos fieles, muchos menos sacerdotes, hay muchas menos vocaciones), creo que en gran medida es un proceso de purificación que nos está haciendo ser más auténticos. Esa figura del sacerdote asentado, acomodado, en una situación de cierto privilegio, ya es muy difícil de ver. Mis compañeros y los sacerdotes que conozco somos de todo menos señores asentados, estamos por vocación, porque queremos muchísimo al Señor y desde él, a este mundo en el que estamos; y en el fondo la escasez de medios, la fragilidad, nos abre puertas, parece que es un poco contradictorio, pero la fragilidad nos hace más auténticos.


-Si cada vez hay menos vocaciones, ¿cómo va a ser posible mantener o mejorar la situación actual?


-Si no hay vocaciones, el Señor se encargará de abrir caminos. Es cierto que estamos llegando a una situación difícil de sostener porque no podemos estirarnos más, habrá que buscar otras formas de organización, porque no sólo somos menos sacerdotes sino que las comunidades también son más frágiles. En días de invierno, hay misas en las que sólo hay cinco o siete asistentes y no se pueden unificar porque a la gente le cuesta mucho moverse para acudir a misa, aunque no para otras cosas. Pero estoy convencido que si hacemos algo de calidad -no hacer misas como churros, a toda velocidad, que ni tú mismo lo vives ni lo transmites- la gente busca lo que es bueno. Habrá que reducir en cantidad y ganar en calidad y ofrecer algo realmente auténtico.

Foto  el Norte de Castilla.

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