VOLVERSE LA ALBARDA A LA BARRIGA
Las albardas que los " gatos " le ponían al lomo de sus burros desconozco si alguna vez fueron nuevas.
Las cinchas nunca lo fueron.
Todas las cinchas que llevaban los burros eran trozos de coyundas viejas.
Las vacas estrenaban coyundas, y en algunas casas había unas coyundas para el yugo del arado y otras coyundas para el yugo del carro.
La fuerza de las vacas era muy superior a la fuerza de cualquier burro y un carro cargado de bálago arrastrado por el camino Zarzoso necesitaba de unas buenas coyundas para sujetar la testuz de las vacas en la cuesta el Valle el Espino.
Por esa razón, los " gatos " que durante el largo invierno de Cereceda tenían poco trabajo, se dedicaban a reforzar las coyuntas con trozos nuevos y con los " restos " viejos se preparaban cinchas para los burros.
De la piel de un gato se sacaban tiras convertidas en " finos " hilos que, con la ayuda de la lezna, convertían una cincha vieja en una cincha " que todavía vale para este año ". Y esa misma frase se decía " al año siguiente " y los años que hiciera falta.
Una cincha nueva costaba mucho dinero en una época en la que cada peseta tenía " un valor de mercado muy elevado ".
Algunas veces la cincha cedía o se rompía por alguna costura mal acabada y la carga de la burra terminaba en la barriga.
Yo ví en muchas ocasiones sacos de hojas de remolacha en la panza de la burra por " fallos " en la cincha o por falta de fuerzas en los brazos " infantiles " de quienes aparejaron la burra.
Esa aventura era el " risorio " del pueblo.
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