MÁS VALEN DOS TAJADAS DE VACA, que cien arrobas de patatas.

El señor Baulín era tratante de ganado.

El señor Baulín vivía " a mitad de camino entre Béjar, Guijuelo y Ciudad Rodrigo ".

Eso era lo que respondía cuando mi padre le preguntaba por su pueblo. Yo le decía a mi padre que el señor Baulín vivía en Salamanca.

La gente de la capital se viste de otra forma diferente a la gente de los pueblos, aunque esos pueblos sean Guijuelo o Béjar o Ciudad Rodrigo.

El tratante compraba churros y vacas viejas en Cereceda que él enviaba a " los mataderos de media España en los que tenía asegurados unos cuantos carniceros a los que vendía su mercadería ", me había explicado muchas noches y muchas mañanas cuando yo le preguntaba a dónde enviaba los churros y las vacas viejas.

A la hora de la comida, que unas veces era a la una y otras a las cuatro de la tarde, le gustaba comer un solo plato. El señor Baulín nunca comía postre.

Él me decía que su postre eran el café, la copa y el puro que llenaba la cocina de humo, " como la chimenea del tren ", me decía sonriendo, y me explicaba cómo era un tren y cómo era la chimenea de la máquina que yo no había visto porque yo me subí por primera vez en el tren cuando tenía 11 años y marché a estudiar primero de bachillerato a San Martín de Trevejo en la provincia de Cáceres.

Mi madre le freía en aceite de las Jurdes unos trozos de carne de vaca que él había traído en una fiambrera en su coche, grande como los cochazos de los toreros, y con abundante pan se los comía.

- Señora Constantina, más valen dos tajadas de carne de vaca, que cien arrobas de patatas, le decía a mi madre cuando ella le ofrecía un plato de patatas cocidas antes del plato de carne de vaca.

Yo me reía pues a mí me parecía una exageración porque cien arrobas de patatas valían mucho dinero aunque las patatas estuvieran baratas. Cien arrobas de patatas eran muchos kilos de patatas pues la arroba en Cereceda tenía 11 kilos y medio.

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