BUENOS DÍAS
Algunas de las personas que se hospedaban en la posada de Cándido, mi padre, se levantaban antes del amanecer porque " hoy tenemos una larga jornada ", decía mi amigo trillero de Cantalejo.
Otros le decían a mi padre que los despertara antes de salir el sol.
Esos huéspedes, que viajaban con sus mulos, tenían que echarle un pienso al mulo antes de emprender la " ruta ".
Había otros que se levantaban cuando yo me levantaba para ir a la escuela.
Yo me levantaba temprano, porque, aunque en la escuela de Cereceda entrábamos a las diez y media de la mañana, antes de ir a la escuela tenía que amamantar los chivos y ordeñar las cabras.
También tenía que sacar agua del pozo del huerto y meterla hasta la cocina, y tenía que lavarme la cara - aunque mi madre siempre decía que yo me lavaba como los gatos de cuatro patas, sobre todo en invierno que el agua estaba helada -, y tenía que desayunar.
A esos huéspedes los despertaba el ruido que yo hacía renegando de algún chivo " bravío " o de alguna cabra que no se dejaba ordeñar.
Los últimos en levantarse eran los quincalleros, vendedores de quincalla que llevaban en una maleta de cartón, y se movían en bicicleta.
Las mañanas de Cereceda eran heladas y, aunque se ponían guantes de lana, era difícil manejar el manillar de la bici con las manos " agarrotás " por el frío y " en unas carreteras llenas de agujeros, que los camineros tapaban con la tierra y los cantos de la cuneta.
Estos huéspedes eran los " favoritos " de mi padre, y siempre los saludaba con la misma frase:
- " El sol sale para todos, aunque usted se levante tarde ".
Foto pinterest.es
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