lunes, 27 de mayo de 2024

 BUENOS DÍAS




- " El sol sale para todos, decía mi padre. Tamién pa los que se levantan tarde ".

Algunas de las personas que se hospedaban en la posada de Cándido, mi padre, se levantaban antes del amanecer porque " hoy tenemos una larga jornada ", decía mi amigo trillero de Cantalejo.

Otros le decían a mi padre que los despertara antes de salir el sol.

Esos huéspedes, que viajaban con sus mulos, tenían que echarle un pienso al mulo antes de emprender la " ruta ".

Había otros que se levantaban cuando yo me levantaba para ir a la escuela.

Yo me levantaba temprano, porque, aunque en la escuela de Cereceda entrábamos a las diez y media de la mañana, antes de ir a la escuela tenía que amamantar los chivos y ordeñar las cabras.

También tenía que sacar agua del pozo del huerto y meterla hasta la cocina, y tenía que lavarme la cara - aunque mi madre siempre decía que yo me lavaba como los gatos de cuatro patas, sobre todo en invierno que el agua estaba helada -, y tenía que desayunar.

A esos huéspedes los despertaba el ruido que yo hacía renegando de algún chivo " bravío " o de alguna cabra que no se dejaba ordeñar.

Los últimos en levantarse eran los quincalleros, vendedores de quincalla que llevaban en una maleta de cartón, y se movían en bicicleta.

Las mañanas de Cereceda eran heladas y, aunque se ponían guantes de lana, era difícil manejar el manillar de la bici con las manos " agarrotás " por el frío y " en unas carreteras llenas de agujeros, que los camineros tapaban con la tierra y los cantos de la cuneta.

Estos huéspedes eran los " favoritos " de mi padre, y siempre los saludaba con la misma frase:

- " El sol sale para todos, aunque usted se levante tarde ".


Foto  pinterest.es


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