LABRADOR LIEBRERO, nunca buen apero
Cereceda era un pueblo de labradores.
La mayoría de las familias tenían tierras de labor, y todos los vecinos tenían suertes en Valdecarros o en el Tejar.
Muchos tenían que " ayugar " porque solamente tenían una vaca y para el arado o para el carro se necesitaba una pareja de vacas.
Los aperos de labranza estaban en consonancia con las vacas: Un arado, un carro o una vertedera significaban que era un labrador " rico ", y muchos se quedaban a mitad de camino en esa categoría.
En Cereceda en mi niñez había un grupo de labradores que eran también cazadores.
Cuando iban a arar en las tierras, llevaban un saco de heno " para que comieran las vacs al mediodía ".
Ese saco de heno llevaba escondida la escopeta.
Y, mientras las vacas " se entretenían con el heno ", el labrador se convertía en cazador.
Si estaban en la Hoja de Abajo, se " llegaban hasta la sierra a tirar unos tiros y recoger alguna liebre " y, si estaban en Valcabrero, las Nogalitas o las Lagunejas eran " lugar de caza ".
El tío Manolo el herrero, buen labrador y buen cazador, me decía " el cazador se olvida de las vacas y se embisca con la caza ".
Mi padre, labrador sin escopeta, decía " que vayan un día a arar y otro día a cazar. Las dos cosas el mismo día, ni el más pintado puede hacerlas ".
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