LO COCIDO, BIEN COCIDO y lo asado, mal asado
Un dicho de mi madre, tabernera y cocinera,
Los guisos que mi madre hacía en la taberna eran de carne de pollo, de conejo, de cordero o de cabrito.
Los guisos de conejo disminuyeron cuando los cazadores de Cereceda dejaron de acercarse a la Peña Tintera de Zarzoso porque apareció la mixomatosis y los conejos desaparecieron.
Se murieron hasta los que yo tenía en la cuadra de mi casa y que hacían sus camadas entre los montones de bardas y de raíces.
Los guisos de pollo eran " arroz con pollo ", un plato muy del gusto de los " gatos " cuando celebraban " el tallar los quintos " o cuando algún " gato " mozo se iba a la mili.
Era una cena en la taberna después de encerrar el ganado y que duraba hasta la llegada del coche de línea a las siete y veinte de la mañana siguiente.
Los guisos de cabrito o de cordero eran siempre carne guisada en olla de barro tras pasar por la sartén repleta de aceite jurdana.
A los comensales les agradaba poco la carne asada en las brasas, aunque alguna ocasión la vi en una fuente y al lado un tazón con aceite y ajo para que - a gusto del comensal - la añadiera en un plato para él solo.
Lo " normal y corriente " era que el guiso se comiera de una fuente en la que estaba toda la carne, y cada uno, tenedor en mano, se servía una " tajá " encima de su correspondiente trozo de pan.
El pan estaba en un cestillo de junco y era mi padre quien, con un cuchillo de la matanza, partía las rebanadas de pan.
Guisos sencillos para " gatos ", aficionados a la carne y alejados del pescado tanto como Cereceda está del mar.
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