LAS PORTERAS DE LOS HUERTOS
Los huertos de Cereceda, que eran fincas muy pequeñas - la sembradura se medía en celemines o en medios celemines olvidando las centiáreas como medida de agromensura - tenían siempre una portera de acceso.
Esa portera que apenas medía un metro de anchura, servía para entrar y salir las personas.
Algunas porteras permitían el acceso de ganado - en fila india si era ganado vacuno - pero si era la burra con serones llenos de estiércol, había que descargar junto a la entrada.
Los carros de vacas o las vacas con el arado tenían prohibido el paso.
Esos huertos se trabajaban con la azada o la espigocha y solían ser aprovechados hasta los límites con verduras o patatas.
Algunas señoras " gatas " tenían flores en un rincón. Esas flores eran entregadas a la parroquia en las fiestas importantes a lo largo del año.
La portera era de madera de roble.
Aunque en el pueblo había alguna persona especializada en hacer porteras, estas porteras de tamaño reducido eran " fabricadas " - casi sin herramientas - por el propietario.
Dos palos verticales y cuatro o seis horizontales servían para cerrar la entrada y que burras o vacas o marranos no entrasen a destrozar las minicosechas.
En cambio la portera no impedía la entrada a las gallinas, enemigas número uno de las " gatas " y fuente de peleas verbales - a veces con llegada hasta el juez de paz - entre las " gatas " dueñas de las gallinas y las " gatas " dueñas del huerto.
Casi todos los años, al llegar mis vacaciones veraniegas, yo tenía entre mis obligaciones el arreglo de alguna portera.
La llegada de las porteras - fabricadas por el herrero - dejó sin trabajo a muchos " gatos ".
Fotos pinterest.es Tres modelos de porteras.
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