LANA DEL AÑO Y LOMO LONGEVO
Era un sabio consejo de las mujeres de Cereceda que se lo repetían a las recién casadas mientras metían las chichas en las tripas de hacer chorizos.
Para hacer los chorizos se necesitaban por lo menos cuatro mujeres , además de la ayuda de algún hombre para dar a la máquina.
- Si pillabas a alguno que le diera a la máquina, enseguida se cansaba y se marchaba porque tenía que hacer otros oficios. El hacer los chorizos era trabajo de las mujeres, me contaba cualquier mujer del pueblo a la que hiciera preguntas de la matanza.
La lana de las ovejas se lavaba en el Periquito, se tendía en las zarzas y en las paredes de los " praos " y, una vez bien seca se hilaba para hacer jerseys, gorros o calcetines, o se utilizaba para hacer colchones. En mi casa todos los colchones eran de lana de las ovejas. Unos colchones que se " hacían cada dos o tres años para que la lana se esponjara y " no fueran una tabla ", decía mi madre.
La lana, guardada en sacos y sin lavar o lavada, se vendía al " hombre del camión " que aparecía por el pueblo tras la motila de las ovejas.
El lomo, que se metía en la tripa en el segundo día de la matanza tras haber pasado una noche y un día en el " mejuje " preparado con aceite y pimentón en una barreña o en una artesa, se colgaba un tiempo en la cocina para que se secara y luego a la despensa donde, colgado de un gancho con una tapadera de hojalata en lo alto para que no lo alcanzaran los ratones, adornaba el techo. El lomo era el mejor adorno de la despensa. " Mejor que el jamón ", decía mi padre. Un lomo encima de la camilla de la cocina era un plato para ocasiones especiales o visitas de categoría.
El lomo debía tener dos o tres años para que fuera un regalo privilegiado para algún médico o algún abogado de la capital.
" Un lomo añejo vale unas oposiciones a funcionario del Estado ", me decía el Padre Macías.
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