ROCINANTE Y EL RUCIO.
" En estas y en otras pláticas se les pasó gran parte de la noche, y a Sancho devino en voluntad de dejar caer las compuertas de los ojos, como él decía cuando quería dormir, y, desaliñando al rucio, le dio pasto abundoso y libre. No quitó la silla a Rocinante, por ser expreso mandamiento de su señor que, en el tiempo que anduviesen en compañía, o no durmieran debajo de techado, no desaliñase a Rocinante : antigua usanza establecida y guardada de los andantes caballeros, quitar el freno y colgarle del arzón de la silla; pero, ¿ quitar la silla al caballo ? , ¡guarda !; y así lo hizo Sancho, y le dio la misma libertad que al rucio, cuya amistad dél y de Rocinante fue tan única y tan trabada, que hay fama, por tradición de padres a hijos, que el autor de esta verdadera historia hizo particulares capítulos della; mas que, por guardar la decencia y decoro que a tan heroica historia se debe, no los puso en ella, puesto que algunas veces se descuida deste su prosupuesto, y escribe que, así como las dos bestias se juntaban, acudían a rascarse el uno al otro, y que, después de cansados y satisfechos, cruzaba Rocinante el pescuezo sobre el cuello del rucio ( que le sobraba de la otra parte más de media vara ), y, mirando los dos atentamente al suelo, se solían estar de aquella manera tres días; a lo menos, todo el tiempo que les dejaban, o no les compelía la hambre a buscar sustento. "
Capítulo XII de la 2ª parte de El Quijote. Miguel de Cervantes.
" desaliñando " quitando la albarda y la cabezada
" mandamiento " mandato, orden
" ¡ guarda ! " ¡ cuidado !
" dél " della " de él de ella
" pescuezo " de Rocinante y " cuello " del rucio Uno largo y otro corto.
" madia vara " medida antigua de longitud ( 0,418 m ; 41,8 cm )
" compelía " empujaba.
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