CAE LA NIEVE
Se anuncia que en Cereceda estos días finales de febrero puede nevar.
A mí me gustaba ver caer la nieve.
Y me gustaba mucho más dejar mi huella en la nieve. Dejar la huella le encantaba a mi perra Sevino, que bailaba y se revolcaba en la nieve.
Ahora lo recuerdo con más ilusión pues vivo a orillas del mar Mediterráneo y la nieve se queda en las montañas del interior de la provincia de Alicante.
Ahora la nieve la veo en las fotos que me llegan del pueblo.
En el huerto de mi casa, con salida a la, carretera de Ciudad Rodrigo a Béjar estaban el leñero, siempre con bardas que mi madre usaba para encender la lumbre y preparar la " llamará " que prendería las raíces de la Monte la Rade o de Valdecarros.
Las raíces ardían mal porque llegaban al corral sin sacudir de la tierra en la que habían " vivido " y muchas veces mojadas.
Además en el huerto estaba el pozo. El pozo de Cándido era conocido en todo el pueblo. De él se sacaba el agua para las familias que vivían de la Plaza hacia el Chapatal.
Desconozco cuál era la razón por la que el pozo " era de mi padre " y nunca escuché hablar del " pozo de Constantina."
En Cereceda los " bienes " los repartía la gente según unas normas no escritas. Los hijos eran del padre y las hijas de la madre.
Pues el pozo estaba en el huerto de mi casa desde siempre, y a mí me gustaba ver caer la nieve encima de la lámina de agua y convertirse en agua al instantes.
Mi padre me dijo que era porque el agua estaba " caliente " y derretía la nieve.
Pero en las paredes de los huertos era donde más tiempo duraba la nieve, " porque las piedras están más frías que el suelo."
En ese huerto me gustaba dejar la huella de las albarcas en la nieve al salir a buscar agua al pozo para lavarme la cara porque " el agua del pozo está más caliente que el agua de las cántaras ", decía mi madre.
Yo marcaba un camino de huellas desde la puerta hasta el pozo, y otro desde el pozo hasta la puerta de mi casa.
Foto pinterest.es
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