A LA BODEGA SE ENTRA EN SILENCIO y se sale cantando.
Mi amigo riojano - de la Rioja Alavesa - siempre que se encuentra conmigo me da una lección sobre las viñas y el vino.
Hoy me ha referido este refrán, que más bien, es una realidad , me ha dicho.
En Cereceda nunca hubo viñas, ni vino, ni bodegas.
El vino que se bebía en el pueblo llegaba en pellejos desde la Sierra - Villanueva, Las Casas y San Martín - pueblos con bodegas a los que yo fuí muchos años, siendo niño, con la burra " que sabía latín ", a buscar " una carga vino " consistente en dos pellejos, uno a cada lado de la albarda, atados con una " volvedera ".
Yo entraba en la bodega en silencio y salía en silencio, pero otros taberneros se sentaban, echaban unas " pintas ", probaban el chorizo del dueño de la bodega y, como dice el refrán, salían cantando.
Esa canción les duraba, por lo menos, hasta Arroyomuerto, hoy San Miguel del Robledo, que era " la primera estación " en el retorno hasta su pueblo, ocho kilómetros más de camino.
La segunda estación era la taberna de mis padres en Cereceda.
La tercera era el final de su viaje en El Cabaco.
Foto pinterest.es
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