EN SETIEMBRE COME PAN Y UVAS, si tienes.
Y junto a mí la perrita Sevino o el perrito Rabón.
A los dueños de perros - en Cereceda todos los " gatos " tenían un perro o una perrita - les gustaba repartir el trozo pan con su compañero de días y horas guardando las ovejas o las cabras.
Como en mi casa no había uvas, mi madre se encargaba de que los " amigos de mi padre " de las Casas - Las Casa del Conde - le trajeran uvas o le guardasen algunos racimos - una cesta de mimbre llena - para que los " muchachos merienden ", les decía mi madre.
Esas uvas, pequeñitas y muy dulces, eran una merienda especial en otoño cuando en la despensa ya quedaba poco chorizo - la merienda de las limpias en las Eras y del encierro del trigo en la panera - y el resto de la matanza había sido liquidado mucho antes.
A las " gatas " les gustaba comer el racimo sin pan a la hora de la merienda o cuando iban a esperar las cabras antes del toque del rosario.
Foto Google.com La cesta, forrada por dentro con una tela, en la que se guardaban las uvas.
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