LA MIRADA DEL PARDAL
Los pardales en Cereceda formaban parte de la familia.
Igual ocurre en mi huerto.
Si les dejo una migas de pan en lo alto de una pared, se acercan a comerlas aunque yo esté en las proximidades.
En cambio desconfían de los perros porque, cuando los ven en, dan dos ladridos y los pardales levantan el vuelo enfadados.
Hoy he dejado el rastro de hierro junto a la pared.
Este rastro que yo he comprado en un almacén de materiales para el huerto y el jardín, tiene solamente cuatro dientes, más largos que los del rastro que yo guardo como herencia de mi padre, y con los dientes curvos en el final.
Al pardal le ha parecido un lugar excelente para observar el panorama.
Desde ahí puede otear todo lo que ocurre a su alrededor, escuchar la llamada de otros pardales, reírse de la ardilla que visita mi huerto cada mañana y cada anochecer moviéndose rauda por los cables del tendido eléctrico, y volar hasta el bebedero de los perros cuando éstos duermen.
A este pardal yo lo llamo Rodrigo de Triana , el nombre del marinero que subido a lo alto del mástil de la Pinta, gritó " Tierra. Tierra " al avistar la costa de la isla Guanahaní, una de las islas Lucayas.
Algunas mañanas lo único que avista es la salida del sol pues le gusta mirar hacia el Este.
Foto pinterest.es
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