" OVEJA MUERTA "
Una mañana al volver de la escuela tras las vacaciones de la Semana Santa y la fiesta de San Marcos, me encontré el mulo del pielero atado a la puerta del corral de mi casa en la calle Larga. En lo alto del mulo había una " pila de pieles " que el buen hombre había comprado en su anunciarse por las calles del pueblo.
Como el pielero, que era de Villanueva, era muy amigo de mi padre y mío, lo saludé con los " buenos días, señor ... " y me atreví a preguntarle cómo sabía a qué puerta tenía que llamar para comprar pieles.
Ésta fué su respuesta : mi padre me dijo esta sentencia, que él siguió toda su vida, hasta que dejó de caminar delante del mulo con la soga de las cabezás echada por el cuello " cuando vi el pellejo a la puerta secándose al sol, supe que la oveja era muerta."
Mi padre riendo intervino en la conversación con estas palabras " es que tu padre era adivino."
Yo que tenía cinco años, pensé que era verdad que el padre del pielero era adivino.
Años más tarde aprendí que los " gatos " de Cereceda ponían las pieles de las ovejas que se morían y de los cabritos que mataban para San Marcos, metidas en una barda de roble para que secaran y que cualquier pielero sabría, al verlas, que habían sacrificado algún animal para la fiesta.
Como el pielero volvía por Cereceda a comprar pieles y acudía visitar a mi padre, y a cambiar una piel por una botella de aguardiente, yo me lo encontré un año sentado a la lumbre en la cocina y comiendo unas perronillas de las que habían sobrado de San Pablo. Yo era estudiante de Magisterio. Entonces le recordé la anécdota de su padre " adivino " y nos reímos a dúo.
Él me dijo que tenía un amigo médico en un pueblo del Campo de Salamanca, donde la gente es más lista que en mi pueblo. Ese médico - prosiguió - siempre acierta la enfermedad de la que se le mueren los enfermos. Siempre me dice cuando le pregunto de qué se ha muerto alguno de los vecinos del pueblo " To, se le olvidó comer y se murió." Ese médico era como mi padre : un adivino."
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