EL HUEVERO DE SEQUEROS ( continuación )
El burro se puso contento porque iría por la carretera y recorrería las calles de los pueblos de los alrededores para volver a la cuadra con unas docenas de huevos.
Las mujeres esperaban al burro y al huevero con la olla llena de huevos para que estuvieran frescos. Ellas ganaban unas " perrinas " y el huevero también.
Y una mañana en Salamanca, a la que él llamaba la " capital ", le cambiaron huevos por naranjas y limones.
Ahora el negocio iba prosperando : cambiaba docenas y medias docenas de huevos por kilos y medios kilos de naranjas y limones. El truque era su método de venta, porque la mujer y los hijos lo esperaban como los polluelos en el nido.
El coche de línea era su otra casa. Madrugones a la capital.
Y en una mañana de frío invierno cuando se hacían las matanzas en el pueblo de su mujer, le llegó la idea de hacerse también pescadero: compraría sardinas en Salamanca, le llegarían en el coche de línea, y a la mañana siguiente, casa por casa, a cambiar sardinas por huevos.
A las siete y media de la mañana estaba en Cereceda, Bajaba la caja de sardinas a casa de su suegra, la tía Frusina, y con la ayuda de su cuñada Nati, las iba cambiando por huevos en todas las casas del pueblo. Una romana vieja, una caja de sardinas y una cesta de mimbre eran los instrumentos de su negocio.
El mozo huevero se había convertido en pescadero.
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