LA VUELTA DE LOS SEGADORES
A mediados del mes de Julio, una tarde regresaban al pueblo los segadores.
La vuelta solía ser, casi todos los años, por el 12 - 14 de Julio. Habían sido treinta y tantos días de siega, y la misma gana que ellos tenían de volver, la tenían sus mujeres o sus novias o sus hijos de recibirlos.
En algún pueblo extremeño he leído que los recibían con repique de campanas, y los vecinos esperando en la Plaza para dirigirse a la ermita de la patrona a " dar gracias al Cristo o a la Virgen porque volvían sin haberse accidentado y con unas perrinas en los bolsillos."
En Cereceda los esperábamos " todo el pueblo " en la Plaza. Los muchachos perseguíamos el autobús desde la Esquina, carretera arriba, y algunos, los más valientes, se subían a la escalera de la parte de atrás.
En la Plaza se iban bajando los de la " baca " del autobús porque el autobús venía lleno y nadie quería quedarse hasta el otro día en la capital, y entregando a los hombres que esperaban en la Plaza el " saco " con la ropa de segar y el atao de las hoces, protegidas con trozos de sacos y cuerdas, Luego se bajaban los que venían en el interior del coche de línea, lugar preferido por los manijeros y los rapaces y rapazas.
Las mujeres esperaban algún regalo de sus maridos. Las novias algún pañuelo de su enamorado y la " gente menuda " esperábamos alguna caja de lápices de colores, comprada en las librerías de Salamanca.
En la taberna corría el vino, servido en jarras de media azumbre, de la que se bebía " a morro."
La llegada de los segadores, tras haber pasado más de un mes a setenta kilómetros de casa, era un acontecimiento en la Cereceda de los años 50.
Pocos años más tarde, los segadores se fueron al Norte, a Madrid y al extranjero, y aquella Fiesta de los Segadores " se murió de pena por falta de personal," que decía mi padre, segador en Aldeatejada, a las puertas de la capital.
Foto google.com
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