TIRANDO POR LO BAJO
Es una frase que le gustaba decir, " a quien quisiera escucharlo," a uno de los " viejos " de El Altozano.
Siempre que iba a la taberna de mis padres, yo procuraba ponerme cerca de él. El " viejo " sabía muchas sentencias, dichos y refranes, que él utilizaba " a estilo Sancho Panza ".
- Ese churro os digo yo que pesa por lo menos 190 kilos. Y eso, tirando por lo bajo, porque el día que yo me quité la correa y lo medí casi llegaba a la muesca que yo tengo hecha con la marca de los 200 kilos.
En la Cereceda de mi infancia todos los hombres llevaban correa : unas muy elegantes, compradas en Tamames y otras hechas de unas coyundas viejas. Algunos llevaban el cinturón de la mili. Recuerdo que mi padre le decía a un mozo muy chulo que luego se casó con una moza más chula que él todavía, " tienes que dejar el cinto de la mili colgao del carro en el corral, no sea que se te ocurra pegarle a alguien con la hebilla y le abras la cabeza."
Mi padre tenía una correa colgada de un clavo en el portal con la que medía los churros la noche antes de llevarlos, andando y de madrugada, al ferial de Tamames, a la espera de que algún chalán de Béjar se los comprara.
- No merece la pena que me gaste cuatro pesetas en pesarlos en la báscula del ferial. Con la correa acierto yo el peso y no me equivoco ni en dos kilos.
El señor Manuel Santos, el tío Pitos, se reía y le decía " te equivocas en menos de veinte arrobas ". El señor Manuel no se fiaba de las correas y prefería pesar los churros en la báscula del ferial.
Aunque, a los " gatos," les gustaba vender los churros " a ojo ". Se pedía una cantidad de reales, el chalán ofrecía otra menor, y era el regateo quien. al final, fijaba el precio de la venta. Algún regateo duraba hasta las cinco de la tarde, desde las diez de la mañana.
Yo, que algunas veces me perdía la escuela por ir a Tamames a vender algún churro, hacía la venta " a la primera ". Yo le pedía mucho más de lo que mi padre me había dicho, y en cuanto el chalán subiendo y yo bajando coincidíamos con los reales que mi padre me había dicho, " le echaba el buen provecho."
Ni correa, ni báscula, ni pagar el punto, ni llegar al ferial, yo vendía en lo alto de la famosa Sierra de Tamames, en la que españoles y franceses se pelearon cuando la Guerra de la Independencia.
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