UN GATO, estoy seguro, podría caminar sobre una nube sin atravesarla.
Los gatos caminan " sin poner las patas en el suelo ", decía mi madre. Se acercaban hasta ella en la cocina sin que lo notara.
Mucho menos ruido hacían cuando la seguían hasta la despensa, siempre a la espera de que la dueña de la casa les diera algo.
Muchas veces era la piel de un trozo de chorizo o los " restos " de algún trozo de tocino. A los gatos les encanta el corato crudo del tocino. Aunque, seguramente, menos que a mí, el corato del tocino frito.
La frase del título del artículo es de autor desconocido, pero yo podría asegurar que tiene un mucho de verdad.
Los gatos son silenciosos en su búsqueda de comida.
Tan sólo son bullangueros - mis perros ladran cuando escuchan sus lamentos - en época de celo. En esas fechas se entera todo el barrio de lo que ocurre.
En Cereceda eran muy bulliciosos cuando nevaba y nos anunciaban, antes de venir el día, que la nieve había cubierto los tejados.
Los " gatos " de mi edad recuerdan la alegría que nos producía esa noticia porque el maestro vivía en el Cabaco, a tres kilómetros de distancia y con la nevada ...
Pero a las diez y cuarto, todo nuestro gozo se había transformado en una estufa y una pizarra con su pizarrín.
D. Lamberto acudía todos los días, lloviera o nevara, antes de las diez y media a abrir la Escuela Unitaria de Niños de Cereceda.
Foto google.com
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