Las despensas de las casas de Cereceda carecían de ventanas a la calle.
Solían tener un " ventanuco " al corral y sus paredes eran de adobes y el piso de barro.
Esas despensas eran buenas para el invierno porque la temperatura bajaba moderadamente y muy buenas para el verano porque eran frescas.
En la despensa estaba el cajón en el que se curaban las hojas de tocino, poniéndolas en sal, y estaban los ganchos para colgar jamones y chorizos y lomos y salchichones.
En la despensa estaban también los " bandujos " que es como los llamaba mi abuela Fausta y todas las " gatas ", aunque lo que contenían se denominaba adobao.
Todos los " gatines de antaño " recordamos con ilusión, porque hoy el hambre ya no existe, los trozos de adobao crudo o cocido que merendábamos en verano.
En mi casa conservo todavía la despensa, aunque las puntas están vacías y la matanza hace muchos años - unos 30 años - que no cuelga de los cuartones del techo.
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