EN TURBIA CUENTA, lo mismo da ocho que ochenta.
Cuando las cuentas no estaban claras, mi padre siempre decía esa frase.
También la escuché muchas veces de labios de los jurdanos que vendían aceite o carozo o miel o castañas pilongas por las casas de Cereceda.
Las cuentas nunca se hacían con dinero porque no lo había.
Las ventas se hacían por trueque : " tú me das y yo te doy ".
Ese truque era complicado porque una cuartilla de aceite echada en una damajuana, no podía equivaler a una damajuana de trigo o de harina o de alubias.
El trueque era más sencillo si podía realizarse con la romana.
Un kilo de castañas pilongas - castañas duras sin piel que comíamos cocidas con leche - se cambiaba por dos o por tres kilos de alubias.
La miel, el mejor producto que los jurdanos acercaban a Cereceda, mi madre lo medía con una cántara de barro y mi padre la pagaba con trigo o con cebada.
El jurdano y mi padre " regateaban " hasta llegar a un acuerdo.
Por eso, a mi madre le gustaba cambiar la miel por harina pues ya sabía los kilos de harina que debía entregar por la olla llena de miel.
Algunas " gatas " eran complicadas de convencer en los trueques y, muchas decían " si te descuidas, el jurdano te hace la cuenta, y lo mismo le da ocho que ochenta "
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