LA NIEVE FEBRERINA en sus patas se la llevan las gallinas
Las gallinas y la nieve se llevaban mal, rematadamente mal.
Cuando nevaba las gallinas se quedaban picoteando por todo el corral, si tenían movilidad total, pero si las cabras o las ovejas ocupaban el corral, ellas se subían en el leñero y allí esperaban que mi madre acudiera con la lata y la escoba.
En la lata llevaba trigo o cebada - casi siempre cebada porque el trigo escaseaba - y, tras barrer un rodal en el suelo del corral, la esparcía a pequeños puñados mientras las gallinas, con un vuelo corto, aterrizaban en sus proximidades.
Si la nevada era escasa las gallinas salían al huerto de casa a picotear en la yerba y entre las piedras o en los troncos de berza que mi madre les tiraba en el suelo o colgaba del ciruelo o del guindo.
Con esas pequeñas nevadas el corral estaba vacío pero ellas preferían la nieve y la tierra mojada del huerto y, si nada se lo impedía, intentaban saltar la pared y meterse en la cortina de Feli.
Mi madre daba el parte meteorológico a los huéspedes de la posada, sentados alrededor de la camilla en el calor de la lumbre, con este refrán : " la nieve febrerina en las patas se la llevan las gallinas ".
Y los huéspedes dejaban el calor de la lumbre y emprendían el día con el deseo de conseguir " llevarse unas perrillas a sus flacos o vacíos bolsillos ".
Foto Google,com
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