sábado, 3 de febrero de 2024

 EL NACIMIENTO DE UN BUCHE







Tengo que " estrujarme el cerebro ", que decía el tío Morrino cuando quería recordar algo, para intentar traer a mis recuerdos el nacimiento de un buche.

En Cereceda había una hermosa " burricá " pero nunca presencié el nacimiento de una cría de burra.

Las burras que yo conocí, nunca las vi acompañadas de una cría pequeñina.

Seguramente porque la dueña - las burras eran de las mujeres - la tenía encerrada en " el chicorzo de la burra "y esperaba a que fuera " moza " para llevarla al prao con su madre.

Ya he contado que mi madre " guisó para los mozos en la taberna " un buche que desconozco dónde lo habían comprado para comérselo.

Ahora que se aleja la Natividad - decimos Navidad - me vienen los recuerdos de la cerda Rafaela y sus doce lechoncines agarrados cada uno a una teta y mi pregunta a mi abuela - pues la cerda era suya - si Rafaela tenía tantas tetas; o los dos corderines agarrados a la ubre de la oveja Piñuela, porque había nacido " pa la Piñuela " un día de aguanieve, o el chivino y la chivina de la Mocha, mi cabra favorita, que todos los años traía al mundo dos criaturas, casi siempre hembras, pero " este año tiene una chiva y un chivo ", dijo mi padre tras el parto en la cuadra sobre un haz de " gelechos " esparcidos en una esquina para que pariera allí.

La cría de la burra Rumualda - así se llamaba su dueña - desconozco si nació en el corral o en algún prao de la orilla del río Yeltes o en algún cercao en el camino El Cabaco.

Yo la bauticé Dominguera porque, según la dueña, había nacido en domingo.


Foto  pinterest.es

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