EN MISA ni charla ni risa
Un consejo que los niños, colocados en el lado de la sacristía o del altar de San Marcos o del púlpito, seguíamos bajo la mirada de D. Lamberto.
D. Lamberto acudía todos los domingos y días de fiesta a la misa de Cereceda, por la carretera el Cabaco con frío, con niebla, con nieve o con calor, porque su domicilio familiar estaba en El Cabaco.
Entre los niños era un deseo llegar a convertirte en muchacho porque la salida de la Escuela Unitaria significaba que en la Misa te ponías en la tribuna y allí la vigilancia era mucho menor.
En la tribuna quien " mandaba " era el señor Eleuterio Fiz, el sacristán.
Si te portabas mal, el aviso llegaba a tus padres y a D. Antonio, el párroco, que se encargaba de reprenderte cuando te cruzabas con él por la calle.
El subir a la tribuna significaba que podías escaparte al campanario mientras la misa.
Un " delito " que estaba muy castigado por tus padres y por tus amigos.
Recuerdo que algún padre le tenía prohibido a su hijo la entrada en la taberna mientras no fuera a pedir perdón al párroco por haber subido al campanario durante la celebración de la Misa.
Era difícil controlar a todos los muchachos que había en el pueblo.
Piensen que las dos Escuelas, la Unitaria de Niñas y la Unitaria de Niños, tenían una " población " importante en aquellos años en los que el número de habitantes de Cereceda llegaba a los 500 y en algunos años rebasó esa cifra.
Foto Google.com
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