domingo, 21 de enero de 2024

CERNADA








Es el nombre que mi madre le daba a la pequeña montaña que preparaba junto a uno de los tizones cuando se iba a la cama.

Arrimaba todo el borrajo - las brasas de la lumbre - junto a uno de los dos tizones que conformaban el fuego y lo tapaba con ceniza.

Ese fuego lento y escondido permanecía durante toda la noche esparciendo calor por la casa y evitaba que alguna chispa saltase a las sillas bajas o a los dos escaños que había en la cocina.

La señora Encarna me contó que su madre y muchas " gatas " tenían la costumbre de colocar encima las tenazas - estenazas en el idioma " gatuno " - formando una cruz para proteger la casa y la familia y el ganado durante la noche.

Era una protección contra el fuego y contra la helada que en invierno caía del cielo estrellado todas las noches.

El primero de la familia que se levantaba, abría esa especie de carbonera y colocaba sobre las brasas un " brazao " de bardas o de escoberas o de brezoos secos para que el fuego renaciera.

En mi casa ese oficio lo hacía mi padre.

A continuación añadía raíces de Valdecarros y, en cuanto había nuevas brasas, asaba un trozo de pan y acercaba a los labios la botella de aguardiente.

Esa costumbre era " tradición " en todas las casas del pueblo.

Después los " gatos " encendían con un palo ardiendo el primer cigarro del día y, sentados en el escaño decidían en qué momento salían al corral para ver el ganado y abrir la puerta de arriba y mirar al Codorro y a la Peña de Francia para adivinar el parte meteorológico.

Al rato se oía el ruido del coche de línea que llegaba a la plaza para acercar a algún " gato " o a alguna " gata " o a " gatines " a la capital.


Foto  Google.com   Calentarse las manos a la lumbre.




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