CALLES MOJADAS, CAJÓN SECO
Esta expresión la escuché muchas veces en la plaza y en la taberna.
Siempre en boca de los vendedores que llegaban al pueblo y se aposentaban en la posada de mis padres.
Algunos iban vendiendo su mercancia por las calles, mientras que otros tendían su mercadería en la plaza y echaban un bando anunciando su llegada.
Otro, algún comerciante de Tamames - utilizaban el corral de mis padres para colocar en cuerdas a lo largo de las paredes y en el suelo, sobre sacos de plástico - sus mercancías.
Si el día era de lluvia y las calles se llenaban de barro, a las " gatas " les costaba mucho salir de las cocinas de las casas y acercarse a la plaza.
- Sólo han venido tres o cuatro mujeres a " oler " porque no han comprado nada, le decía el vendedor a mi madre cuando se sentaba a la camilla de la cocina a comer su merienda.
El gasto era poco pues el Ayuntamiento no cobraba nada y el alcabalero y la alguacila se conformaban con alguna prenda de las que tenían a la venta.
Esos vendedores tenían un cajoncito de madera en el que viajaban las perras chicas y las perras gordas y las pesetas de papel y los billetes de " a duro " para las " vueltas " de las compras.
" Calles mojadas, cajón seco ".
Así era el comercio ambulante alrededor de 1950 en Cereceda.
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