MATACABRAS
Es el nombre con el que se conocía el viento que soplaba en Cereceda procedente de La Bastida.
Cuando la " cabriá " - el conjunto de las cabras del pueblo - iba para la sierra, lo hacía siempre buscando la " brigá " de la montaña y el calor del sol. Era una zona llena de breceras y entre ellas las cabras se refugiaban del viento que soplaba del norte.
En la parte baja de la sierra se encontraban los robles del Valle Trigal, un buen lugar para que las cabras comieran brotes de las bardas y caminaran tranquilas custodiadas por los careas y la protección del mastín.
El mastín tenía como nombre " el perro de las cabras ".
Tras un día protegidas y moviéndose sin peligro, llegaba la hora del regreso al corral.
Su caminar desde el final del monte hasta llegar a La Esquina, era un " tormento ".
Ninguna protección les impedía recibir el viento norte que las azotaba muchos días con aguanieve y las obligaba a caminar agrupadas.
Las más " viejas " se quedaban para atrás y el castigo para ellas era mucho mayor.
Los ganaderos temían esos quinientos metros sin protección, desde el final de la sierra hasta el puente Cantería.
El cabrero - a veces con algún chivín en brazos - caminaba el último animando a las traseras, a las que la ventisca y el frío les impedían caminar.
- Mala tarde pa las cabras con el cierzo y la ventisca, decían todos los ganaderos que esperaban la cabriá junto al transformador de la luz.
- Yo me voy a llegar hasta el Tumbadero a esperar a la Mocha que estaba pa parir esta mañana porque igual se ha quedao pal Valle Trigal y la encontraré antes de que caiga la noche, decía mi padre, que aquella tarde había ido a esperar las cabras.
- Este viento cierzo es un traidor. Ya lo decía mi abuela: a este viento Cierzo hay que cambiarle de nombre y llamarlo " Matacabras ".
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